En este nuevo post os vamos a contar las relaciones que tenían nuestros abuelos entre los vecinos de Morillejo y nuestro pueblo, para esto hemos contado con la colaboración de Luisa Alcazar, natural de Morillejo e historiadora.

Repasando los apellidos que hay en Arbeteta durante los últimos 300 años, descubrimos que de los pueblos del entorno llegan a Arbeteta unos apellidos singulares de cada pueblo. Así vemos el apellido Guerrero de Valtablado del río, el Saiz de Vindel, el Romero de Azañón, el Millana de Castilforte, el De la Llana de Villanueva de Alcorón, Écija y Acero de Salmerón, Viana de Peralveche, Sacristán de Trillo, López de Armallones, Sotoca de Esplegares, Sanz de Zaorejas, Tarabilla del Pozuelo, Ruiz del Recuenco, y Benito de Morillejo.
A primera vista vemos un gran intercambio geográfico de apellidos. Pero en Arbeteta, al igual que en los otros pueblos, hay dos tipos de habitantes: uno, los labradores propietarios de tierras, que estaban más apegados a la tierra y no solían casar a sus hijos e hijas con vecinos de otros pueblos; el otro, el que tenía movilidad por el resto de las profesiones, como pastores, jornaleros, artesanos, albañiles, herreros, etc., en los que era más corriente la movilidad de apellidos con los pueblos circunvecinos. Estos apellidos han ido desapareciendo, al no estar vinculados a la tierra. Así vemos a Juan Altozano Benito, vecino de Morillejo, que se casa en Arbeteta con Luisa Martínez López, el 13 de febrero de 1838.
Pero vayamos a los matrimonios más importantes que se llevaron a cabo entre Arbeteta y Morillejo. A Francisco Antonio Ardid (a veces viene escrito Ardiz, él firmaba Ardid) lo hemos visto en 1793 dando fe del título de villazgo de Arbeteta , ejerciendo como escribano público de Morillejo. Unos años antes, en 1787, vemos que paga 66 reales al Ayuntamiento de Arbeteta por el importe de 6 pinos, que se cortan, con licencia del Corregidor de Cuenca, a razón de 11 reales cada uno.

Al año siguiente, en 1788, vuelve a pagar 220 reales por el importe de otros 20 pinos; en este caso los comparte con el también vecino de Morillejo, D. Sebastián Martínez. Creemos que estos pinos se utilizaron en la construcción que Ardid estaba realizando en la Plaza Mayor de Morillejo de la que sería su casa.

Francisco Antonio Ardid se casa con Justina Mazarío, vecina de Arbeteta, e hija de Tiburcio Mazarío (al que vimos en “Con grillos y cadena (II). Por otro lado, Tomás Montón, escribano y vecino de Arbeteta, del cual descienden todos los que llevan el apellido Montón en Arbeteta, se casa con Isabel Mazarío (n 1770), hermana de Justina. Pasan los años y mueren Justina y Tomás, por lo que Ardid decide casarse con Isabel, su cuñada viuda, es el 7 de julio de 1820. Se ve que es un matrimonio de conveniencia, debido a la edad de los contrayentes, y para unir la fortuna de ambos.
El 7 de febrero de 1786, año que se pone el Mambrú, nace en Arbeteta Juan Antonio La Muela Ardiz, hijo del cirujano de Arbeteta Juan Gualberto La Muela, natural de Buenafuente, y de Ana María Ardiz, de Morillejo. Es nieto de José La Muela, natural de Molina, y María Herranz, natural de Chequilla; de Juan Ardiz, natural de Catral, Alicante, y de Clara Benito, de Morillejo. Vemos que Francisco Antonio Ardid y Ana María Ardid son hermanos y provienen de la mencionada población de Alicante.
Vemos los numerosos lazos que hay entre Arbeteta y Morillejo. Por ello, el 20 de abril de 2023 nos juntamos unos amigos en Morillejo para hacer la ruta hasta Arbeteta: unos, descendemos de Arbeteta; otros, de Morillejo. Luisa Alcázar, natural de Morillejo, y Eduardo Gordillo Carreiro, su marido, nos enseñan el pueblo: la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, la calle Real, la Plaza Mayor con la casa de Francisco Antonio Ardid, y la calle de Arbeteta. Por esta calle iniciamos el camino. Es el camino que han seguido durante cientos de años los vecinos de ambos pueblos.
Los integrantes de la excursión, además de Luisa y Eduardo por Morillejo, Juan Luis López Alonso, Trinidad Jiménez Díez, Enrique Iglesias, María Jesús Tello Alonso y José Pérez Alonso, con el apoyo logístico de Isabel Ortega Blanco.

Álvaro y Justa, los padres de Luisa se asentaron en Morillejo entre 1946 y 1960 donde vivían ya sus abuelos, la tía Nati y el tío Cleto. Álvaro era maestro zapatero y durante ese tiempo arreglaba y también hacía zapatos nuevos, botas a los guardias, sandalias y todo tipo de calzado que se le encargara. No solo trabajaba en Morillejo sino también en pueblos vecinos como Arbeteta, con lo que recorría frecuentemente este camino mochila al hombro. En aquellos años Don Alejandro, el médico, residía en Arbeteta, pero también recorría este camino para atender a los de Morillejo. Asistía partos, aunque cuando Justa se puso con las contracciones, entre que avisaron y llegó, Luisa ya había nacido. Era muy pequeñita y colorada y su abuela Nati pensaba que se iba a morir, pero cuando llegó Don Alejandro y la vio mamar dijo que la niña seguiría adelante. Hoy la tenemos haciendo la excursión.

El camino nos lleva a través de extensos encinares con pinos mezclados, y por antiguas tierras de labor, hasta llegar al arroyo Azadrón, que atraviesa una fértil vega, que se ha utilizado desde antaño para cultivar productos de huerta, hoy sólo quedan unas viñas hasta su desembocadura en el Tajo. Este arroyo contaba con un importante molino llamado de Azadrón. Desde Arbeteta, un camino iba directamente a él. Aguas arriba del molino referido se encontraba el “molino de arriba”.
El camino que antiguamente se utilizaba entre ambos pueblos iba en línea casi recta y se tardaba unas dos horas, una legua larga, decían. Hoy es imposible seguir ese camino, cegado por la vegetación. Antes de llegar al arroyo de Azadrón vemos un tramo de camino antiguo, empedrado en gran parte. Pero hoy tenemos que coger una buena pista que nos lleva de Morillejo a Azadrón, lo cruza, y comienza a ascender por el término de Arbeteta, por las Cañadillas, pasando por la Solana del Madroñal. Era el antiguo Camino de los Serranos, que iba de Morillejo a Armallones, lo dejamos a la izquierda y comenzamos una larga subida a La Rascosa, con su torre de vigilancia de incendios. Desde ella es todo descenso hasta Arbeteta. Era un día caluroso y se emplean 4/5 horas en realizarlo, según el ritmo.

Cuando llegamos a Arbeteta son las tres de la tarde, y en el restaurante nos han preparado una fabada que nos repone las fuerzas. La distancia por pista ha sido de 14 kilómetros.

Hemos tenido una jornada de hermanamiento con los amigos de Morillejo, Esperamos no sea la única.