
En este post os vamos a presentar unos retazos de la historia de Arbeteta a través de un huerto y de la familia que lo ha poseído a lo largo de los años. No vamos a comentar ahora quienes son sus actuales propietarios. Hemos de tener en cuenta que, en 200 años, el huerto ha sido partido y repartido en numerosas herencias. Habíamos oído a personas mayores mencionar al tío Marchamalo y a su huerto y nos entró la curiosidad sobre quien sería este personaje, y nos dispusimos a investigarlo.
El huerto, que todos conocen, está situado junto al puente de la Cuesta de la Arena, se halla rodeado todo él de un muro de piedra seca. Hoy se encuentra partido en varias parcelas, pero hace 200 años fue una única parcela, delimitada por el muro circundante. La tierra de este huerto es tierra sustanciosa y muy a propósito para el cultivo de hortalizas Como el riego es muy importante, se regaba con el sobrante de la fuente de la Jarra.

Con relación a los huertos, ya hemos tratado en este blog el capítulo de las norias, e incluso el caso de las judías, que nos hacían ver la importancia que tenían estas legumbres en la alimentación de los vecinos del pueblo, así como el gran consumo que había de ellas en Arbeteta.

El huerto del siglo XVIII no distaba mucho de los que hoy conocemos. El pepino y el tomate ya eran comunes. El alimento más usual hasta entonces eran las judías y los nabos. El cambio sucedió con la sustitución del nabo por la patata. La introducción de esta raíz tuvo que vencer grandes dificultades para eliminar la preocupación de ser una planta venenosa y nociva, de la familia de las solanáceas, al igual que el estramonio o la belladona. El cultivo masivo de la patata supuso un adelanto en la alimentación de los vecinos con estos saludables y nutritivos tubérculos.

El terreno del huerto era arado con mulas o cavado con azadón y se abonaba con estiércol . Se disponía en tablares de unos 3 metros de ancho, con un surco cada 50 centímetros, aproximadamente, que facilitaban el riego, aunque nuestros antepasados lo hacían a ojo. La siembra de la patata se realizaba en abril. Se hacía con azadón, enterrando la patata de simiente en lo alto de los surcos. La patata de simiente, previamente se había troceado, cuidando que cada trozo tuviera 2 yemas. Se ponían a 40 centímetros una de otras. La recolección tenía lugar en julio las más tempranas, prolongándose hasta octubre. Se sacaban cuidadosamente con azadón, cavando los golpes para no dejar ninguna, y limpias de tierra se llevaban a casa, donde se apilaban, reservándolas de la luz y humedad.
Las patatas se comían asadas, fritas, cocidas, etc., siendo un alimento saludable y de mucho sustento. Los cerdos disfrutaban también de este alimento, porque les daban cocidas las pequeñas y las mondas, a lo que se le añadía salvado.
Arbeteta a pesar de ser tierra de garbanzos el cultivo importante en el huerto a parte de las patatas, eran las judías, pero por su gran consumo y escasez de tierra y agua, no se producían las suficientes para el suministro de Arbeteta. Había que comprarlas fuera, bien mediante dinero en metálico, o bien mediante trueque.
Otros productos de huerto eran los tomates, lechugas y cebollas. El cultivo de ellos requería hacer un semillero a finales de invierno, para poder plantarlos en mayo, en terreno sustancioso y abonado con estiércol. Para la siembra del pepino, frecuente en las ensaladas, era preciso que las semillas se guardasen en un paño mojado, para que antes de sembrarse, las pepitas se hallasen apitonadas. Su siembra se realizaba en golpes, a unos 60 centímetros unos de otros. En cada golpe se ponían 2 o 3 pipas a primeros de abril, y cuando se cosechaban se dejaba algún buen ejemplar sin coger, que sirviese para la semilla del año siguiente.
Se sembraban también, si había lugar, berzas, remolachas y calabazas, pero estas hortalizas eran más bien para consumo animal. Tampoco faltaba en el huerto la consabida parra, alegría de los dueños al comienzo del otoño, y que, colgados los racimos, podían durar hasta la Navidad.
Uno de los personajes más importantes nacidos en Arbeteta fue el capitán D. Vicente Joaquín Blasco López (Arbeteta, 21-VIII-1786 / 21-X-1856). Era hijo del médico titular de Arbeteta, D. Vicente Blasco Aparicio, que se casa en Arbeteta con Teresa López, natural del pueblo, ejerciendo algún año en Yélamos de Arriba y bastantes en Valdeolivas, donde le nacen 4 hijos, para terminar ejerciendo en Arbeteta.
Han pasado 11 años desde que terminó la Guerra de la Independencia, en la que destaca el capitán D. Vicente Blasco. Ahora se encuentra destinado en Valencia, y lo encontramos de permiso en Arbeteta, en casa de su madre, Dª Teresa López, por “satisfacción de verla y estar en su amable compañía, y deseoso de efectuarlo por algunos días”. Durante su estancia en Arbeteta solicita, el 14 de marzo de 1825, que al tener un hermano que ejerce de médico en Marchamalo, poder ir a ese municipio a curarse del cólico que padece. Estos datos los hemos localizado en el Archivo General Militar de Segovia.
Ya encontramos la palabra Marchamalo del propietario del huerto. Sólo tenemos que seguir a la familia Blasco. En efecto, uno de los hijos del médico D. Vicente Blasco, llamado Eusebio, ejerció de médico en ese pueblo.
Eusebio Blasco López había nacido en Yélamos de Arriba y se casó con Brígida Merchante, natural de Auñón. De ese matrimonio nació Julián Blasco Merchante, que se viene a Arbeteta desde Marchamalo, donde tiene propiedades familiares, es el personaje de nuestro huerto, de ahí el mote. Se casa en Arbeteta, el 5 de noviembre de 1856, con Manuela Montón López, hija de José Montón y de Isabel López. De este matrimonio nace una hija, Lorenza Blasco Montón, que se casará con Francisco del Amo. Lorenza y Francisco serán padres de Máximo del Amo Blasco (quinto en 1919), y al que algunos hemos conocido. Máximo era propietario de uno de los huertos en los que se había dividido el huerto primitivo, denominado del tío Marchamalo.

Mi abuela Quila tenia un huerto pequeño, que era el ultimo de los que se regaban con el agua proveniente de la fuente de los caños, asi que llegaba poca agua. Aun recuerdo sus judias blancas «de manteca» y sus pepinos. También tenia otro huertecillo, aun mas pequeño, justo siguiendo el camino de la cuesta de la arena. Este era sin agua, y sembraba ajos.