En este nuevo post el protagonista no va a ser ningún vecino, ni ningún lugar, va a ser un animal muy vinculado a la vida cotidiana de Arbeteta. El animal al que nos referimos es «la cabra» , animal generoso como pocos, que nos ha ofrecido leche, carne, pieles y basura. Sirvan estas letras de homenaje a esos cabreros y cabreras que han tenido tan dura y sacrificada profesión de pastorear a las cabras.
La mayoría de los vecinos con una cierta edad debemos nuestra alimentación infantil a la cabra. Si exceptuamos la leche condensada o la leche en polvo, algunos no probamos la leche fresca de vaca hasta que tuvimos, como en mi caso, 11 años. El refrán cabra muerta de hambre no la ha visto nadie, demuestra que es un animal fácil de mantener, encuentran el alimento que necesitan en los montes, en los barbechos y en las tierras estériles, comen con gusto zarzas, aliagas, espinos y otras malezas, sin este ganado hubiesen quedado los montes sin la utilidad competente. Solo es necesario apartarlas principalmente de los parajes cultivados, impedir que entren en los trigos y en zona arbolada que se quiera preservar, porque los árboles roídos por estos animales suelen perecer.
Pero no hablaremos aquí de un hato de cabras perteneciente a un solo propietario, sino que consideraremos más particularmente la cabra del humilde vecino, esta cabra que constituye todos sus recursos y riquezas; el alimento de los hijos cuando ya no puede su mujer alimentarlos . Por un precio módico se compra, ocupa poco espacio y para su estancia necesita poco pienso, es en la vivienda del pobre donde se aprende a conocer el precio y estima de una cabra.
Por las atenciones y cuidados que exige, da cada año uno o dos cabritos, leche muy buena durante muchos meses, y cuando la edad obliga a sacrificarla o a deshacerse de ella, se saca partido de su carne: bien se secaba, o bien se hacía chorizos añadiéndole tocino de cerdo. ¿Qué hombre será tan cruel que no perdone a la cabra el daño que haya podido hacer, en recompensa de tantas ventajas?. El sebo de las cabras es el mejor que se conoce para hacer velas, y sus pieles son muy útiles: de ellas se hacen los cordobanes, tafiletes, antes y otros diversos curtidos, odres y zaques para vino, aceite y otros licores; de la piel de las jóvenes se sacaban las cabritillas, tan apreciadas para guantes. Hemos de decir que Ángel García del Amo, el “tío Cucalilla”, el pastor de la dula de las cabras de Arbeteta, portaba a su espalda un singular zaque para llevar el agua, confeccionado con la piel de un cabrito, cosido con tanta perfección y primor, que causaba admiración a todo el vecindario de Arbeteta.
Hemos mencionado la dula, a la que recurrían la gran mayoría de los vecinos para llevar cada uno las dos o tres cabras de su pertenencia. Todas las mañanas las entregaban al pastor contratado y las recogían por la tarde cuando llegaban del monte, era la dula de las cabras paridas y de ordeño, que fueron pastoreadas entre otros, por el “tío Cucalilla”, Ángel Navarro Huete y Francisco Alonso Rojo; la otra dula, la de las cabras vacías o “de vacío”, fue pastoreada en los años de postguerra por Baldomero Alonso del Amo «el tío Panchito”, también por Víctor Costero y por Eustaquio Cortés. Estos pastores eran contratados por el Ayuntamiento con acuerdo de los propietarios.
El pastor que se encargaba del “vacío” estaba pendiente de los machos, unos 15 o 20, que se encontraban apartados de las cabras y pastaban solos por el Pie. Únicamente cuando el otoño estaba terminando se traían los machos al pueblo para que cumplieran con su cometido. La estación marcada por la naturaleza para el celo de las cabras es el otoño. Si están habitualmente con los machos, pueden entrar en celo todo el año y parir en cualquier estación, pues basta que estén poco al lado del macho para que se pongan en disposición de recibirle. Cuando se cubren en otoño retienen con más facilidad y son más seguras. Los meses más favorables son octubre y noviembre, porque en este caso paren en la primavera; las cabras cubiertas en aquella época, tienen más leche, y los cabritos encuentran, cuando se les desteta, yerba tierna que les conviene sobre manera. Están preñadas cinco meses y paren al principio del sexto.
Arbeteta ha sido pueblo de buenos cabreros, entre ellos destacaremos a Higinio Argilés Monguía, el “tío Zorro”. Nació en 1890 y se casó con María del Amo, también de Arbeteta. Tuvo muchos hijos y con el trabajo de las cabras sacó la familia adelante. Él, como otros pastores, empezaron cuidando cabras ajenas, pero poco a poco fueron consiguiendo animales hasta independizarse. Nos cuentan la anécdota, que viene al caso muy por los pelos, ocurrida en los años 50: un yerno suyo, vecino de Peralveche, andaba con su par de mulas del ramal, cuando comenzó una fuerte tormenta, cayendo un rayo sobre las mulas y matándolas en el acto, dejándole a él con el ramal en la mano sin ser afectado, al ser el ramal de esparto, lo que le sirvió de aislante. Ese día santa Bárbara tuvo trabajo en la comarca, la misma tormenta de Peralveche se dirigió a Villanueva y descargó otro rayo sobre un vecino que con el rastro recogía la parva de la era, de tal manera que el rayo le partió el rastro sin ocurrirle nada a él. Fueron sucesos muy comentados en los pueblos.
El hijo de Higinio Argilés, Julián, se casó con Norberta Costero Rojo, hija de Florentino Costero, el “tío Colorao”, también célebre cabrero. Estos hijos siguieron con la tradición familiar de tener sus propias cabras, llevándolas en invierno a Solana y en verano a Santa María del Espino. Norberta era mujer activa y para el reparto de la leche de sus cabras necesitó motorizarse, siendo, según creemos, la primera mujer de Arbeteta en sacarse el carnet de conducir.
Otro afamado cabrero fue Francisco del Amo, marido de Sinforosa García del Amo, la “tía Sinforosa”, hermana del referido “tío Cucalilla”. Francisco era hermano del también cabrero Antonio del Amo, el “tío Toro”, que se marchó a La Puerta. Francisco fue pastor del rebaño de Pedro López, secretario municipal de Arbeteta durante 45 años, y poco a poco fue formando su propio rebaño. Murió pronto, antes de la guerra. Ahí vemos a Sinforosa sacando adelante a su familia con las cabras. Llega la guerra y sus dos hijos, Eleuterio y Julio, son llamados a las filas del ejército republicano, quedando ella con una hija y su pequeño rebaño de cabras. Otro de sus hijos, Marcelino, al igual que varios paisanos, se había marchado años antes a trabajar a Francia[1]. Va pasando como puede los días duros de la guerra, pastoreando diariamente sus cabras, alternando como puede con las labores de su casa, la que hoy habita Juana Cabrera «La Juani». Las cabras las cierra todas las noches en una cueva, habilitada para tal fin en Las Cuestas, próxima a la fuente de La Cespedera, en la vertiente que mira a Morillejo, y cerca de ese término municipal. Una buena excursión para Sinforosa, como podrá imaginarse el atento lector, que ya contaba 59 años, había nacido en 1879.
A la guerra le queda poco tiempo. Nos encontramos en el día 13 de enero de 1939 (AHPGU J-527) cuando Clemente Vicente Retamares, cabo de la Sexta Compañía del 11 Grupo Urbano del Cuerpo de Seguridad (Guardia Nacional Republicana), como Jefe del Destacamento de El Recuenco, se presenta en Arbeteta en servicio de Vigilancia, acompañado de Eustaquio Corrochano Neila, guardia del mismo destino. Son las 9 de la mañana cuando se presenta ante ellos Sinforosa, denunciando verbalmente que en la noche del 7 al 8 de enero de ese mes le robaron, violentando la puerta de la paridera de su propiedad en el lugar indicado de Las Cuestas, término de Arbeteta, y llevándose 6 cabras: 4 de ellas blancas, 1 hurraca y otra negra, con horquilla y muesca derecha 5 de ellas, y despunte en la derecha la otra. Que las echó de menos al ir a soltar el ganado que guarda en dicha paridera. Que el vecino de Morillejo, Nicolás Benito López, al hacer ella indagaciones le dijo que 2 soldados le habían dicho a él, que habían visto a otros 3 soldados que conducían 6 cabras del pelo señalado, pero no sabe en qué sitio. Sinforosa no tiene más que decir y como no sabe firmar la denuncia lo hace su hija Agapita del Amo García.
Acto seguido la pareja de guardias se dirigen a Morillejo donde interrogan al citado Nicolás Benito, de 20 años, que les informa que hallándose en Morillejo con un amigo suyo llamado Carlos Palos Ferrer, natural de Barcelona, soldado que había venido en otras ocasiones en busca de comida, el cual preguntó a Benito que donde podían encontrar de comer, contestándole que la cosa estaba peor que otras veces y entonces manifestó Carlos que al venir él desde el frente hacia Morillejo se tropezó él y otro compañero que le acompañaba con 3 militares que conducían una mula con serón y una cabra atada por los cuernos y tras de ésta 5 más, con dirección al frente de Esplegares, que les preguntaron que donde las habían comprado y “no acertaban a darle explicación clara ni concreta, los cuales dijeron entre sí manifestarle duda sobre su legítima procedencia”. Que los 3 militares, según Carlos y Rafael, pertenecían a la 138 Brigada Mixta del ejército de la República, sita actualmente en el sector de Esplegares. Nicolás Benito se ratifica en su declaración y la firma.
Ese mismo día los guardias regresan a Arbeteta y entregan la denuncia al Juez Municipal. Comprenderá el lector que las cabras de Sinforosa no iban a aparecer. El Juez de Arbeteta remite la denuncia al Juzgado de 1ª Instancia de Cifuentes, haciéndose cargo de ella el Juez de Instrucción Francisco Mazarío Nieto. Ante la dificultad lógica de localizar las cabras, el Juez acuerda que se publique un anuncio en el Boletín Oficial de la Provincia de Guadalajara (fotografía adjunta) y en la Gaceta de la República, sin resultado alguno.
Termina la guerra. Cambia el Juez, ahora es Hipólito Castro Guerra, que el 21 de febrero de 1940 decide archivar el Sumario, sin perjuicio de su apertura si hubiese motivos para continuar. No se han tenido noticias de las cabras, aunque no es difícil imaginar su destino.
11 de septiembre de 2011, encontramos en el periódico El País una interesante noticia sobre Abánades:
“…Al arqueólogo Alfredo González Ruibal frente al puesto republicano, un corral de ovejas abandonado, donde el CSIC lleva seis días excavando. (…)
Gracias a la basura saben que el centenar de hombres del 249 batallón de la 138 brigada mixta que llegó de Cataluña a este corral de ovejas en enero de 1938 estaba «bien alimentado». «Hemos encontrado incluso una delicatesen: una lata de anchoas», explica el arqueólogo”.
En el estudio de la excavación de 2014 se dice que se encuentran “huesos de ovicápridos” ¿serían de las “ovicápridas” de Sinforosa? :
http://digital.csic.es/bitstream/10261/129847/1/arqueologia_guerra_civil_Taju%c3%b1a_2014.pdf
[1] Marcelino del Amo García se marchó a trabajar a Francia antes de la guerra. Allí se vio imputado en un delito, por lo que fue condenado a cumplir una condena en el penal de la Guayana Francesa. Por ese motivo, al no tener noticias durante años de él, su familia y el pueblo llegaron a considerarlo desaparecido. Pasan muchos años y en los años 60 se recibe en la Alcaldía un oficio de la Administración del Estado requiriendo información de la familia de Marcelino, que se encontraba ya en España y quería saber de su familia. En esa época su madre Sinforosa vivía en Trillo y recibió la noticia, al igual que su familia y el pueblo de Arbeteta, con mucha alegría, por recuperar al que se había dado por difunto. Se concertó su visita y llegó en el coche de línea encontrándose con su madre y hermanos con la alegría que uno se puede imaginar. Se avecindó en Trillo con su madre, donde estuvo de cabrero con las cabras de la dula de Trillo.
Otra lección de Historia, con referencia a mi madre incluida. Mi recuerdo de las cabras de Arbeteta está marcado por una negra, que se puso de pie ante mi abuela Fidela en actitud amenazante, sobre las dos patas traseras. En mi mente recuerdo a esa cabra con la altura de una jirafa…¡muchas gracias!
Gracias David por seguirnos y por tus comentarios siempre tan gratificantes.
Es para mí, un honor, publicando esas historias y poderlas recordar. Con mi agradecimiento, F. L. B.
Fabriciano el honor es nuestro de tenerte como colaborador, gracias a tu memoria y a tus vivencias han sido posibles muchas de nuestras historias. Esperamos que sigas durante muchos años compartiendo tus recuerdos con todos nosotros.
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