La Guerra Civil ha terminado y Arbeteta, al igual que otros pueblos, va recobrando poco a poco su rutina. En todo el país se había establecido el racionamiento, y Arbeteta no iba a ser distinta.
En este post vamos a contaros un suceso relacionado con el racionamiento del pan, ocurrido en febrero de 1952. Un mes más tarde , el 22 de marzo de ese año, el Consejo de Ministros anunciaba el fin del racionamiento que venía funcionando desde mayo de 1939. Con ello se inicia una liberalización de la economía. Desde entonces todas las personas incluidas en el régimen de racionamiento ordinario podían adquirir libremente, y sin necesidad de cortar el cupón, la cantidad de pan que deseen.
Hasta esa fecha, todos los labradores debían tener la cartilla del Servicio Nacional del Trigo, en la que se declaraba la superficie cultivada y lo cosechado. De ahí se estimaba lo que podía consumir la familia, y el resto se vendía al Servicio Nacional del Trigo con un precio fijado previamente. Cada vecino debía anotar en la cartilla el grano que llevaba a moler al molino. En todo ello siempre había sus trampas, que no trataremos en este momento. No todos los vecinos eran productores de cereal, y era preciso abastecerles de pan procedente del racionamiento. Estos vecinos eran las familias de la Guardia Civil, médico, veterinario, pastores, etc.
Para suministrar pan a este grupo de vecinos de Arbeteta, Pedro Alonso Martínez (el tío Periquillo) traía la harina del racionamiento de la fábrica que los Ochaíta tenían en Trillo. El transporte lo solía realizar en un carro de mulas: iba un día y cargaba, quedándose esa noche en Trillo, en casa de su cuñada Baltasara López, natural de Arbeteta, para al día siguiente temprano emprender el viaje de vuelta a Arbeteta, lo que le llevaba todo el día. Su mujer, María López, amasaba la harina ejerciendo de panadera y cociendo el pan en el horno de Ángela Cortés (la tía Chusca).
Ahora trataremos de otro singular personaje: el ordinario. Éste era un personaje que no era nada ordinario, era amable y servicial. El ordinario traía los “mandaos” que le encargaban. Era el recadero, al que algunos le llamaban “recaredo”, convirtiéndole en un nuevo rey godo. Este oficio lo desempeñaba a principios de los años 50 «Valeriano Martínez Alonso» natural de Arbeteta y vecino de Madrid. Transportaba los géneros que le encargaban desde Madrid hasta Zaorejas, con los pueblos comprendidos entre ambas localidades. Para el transporte se había comprado de segunda mano un camión marca Dodge, modelo K del año 1934, con matrícula CA-4642, y puesto a nombre de su mujer, Juana Tornero Criado.
El camión Dodge era uno de los camiones habituales de las carreteras de postguerra. También circulaban los Chevrolet, GMC, y Ford, todos ellos americanos. Todavía no había aparecido el primer Pegaso, al que cariñosamente se le denominaría “mofletes”. Pero en los casos que vamos a tratar, serán los Dodge los protagonistas. Sus conductores se consideraban los emperadores de la carretera, hasta tal punto que llevaban un ayudante de chófer.
Pero vamos a volver con el protagonista de nuestra historia, » El Valeriano « , hombre servicial y un trabajador incansable. Para ayudarle en el transporte contaba con el chófer Andrés de la Peña Sánchez, natural de Madrid.

Fabrica de harina de Trillo. Carretera CN-2115 de Gargoles de Abajo a Villanueva de Alcorón. Km 21,600
Nos encontramos en el viernes 22 de febrero de 1952, festividad de santa Leonor. Francisco Montón (el tío Manchao) había contactado previamente con Valeriano para llevar ese día el trigo sobrante de su cosecha, y el de otros vecinos, al Servicio Nacional del Trigo en Cifuentes. Con Valeriano y el conductor viajaban Esteban del Amo López (el Chete), que trabajaba como jornalero para Francisco Montón, y Máximo Montón Montón, propietario de parte de la carga. Realizaron el transporte de ida a Cifuentes sin novedad.
Para aprovechar el viaje de vuelta cargan en la fábrica de harinas de Trillo 480 kilos de harina para Pedro Alonso Martínez. Suben al camión su hijo Benito Alonso López y su yerno Daniel Costero Cerrato. El camión sube renqueando por las curvas de Azañón y Solana. Son las 9 de la noche. Daniel y Esteban viajan en la caja arropados con sus mantas, los otros cuatro van en la cabina. Cuando entran en término de Peralveche circulan a 30 kilómetros por hora. Cerca de la cueva del Cerezo, a la altura del kilómetro 16,800 y saliendo de una curva cerrada, (actualmente p.k 21,600, y no hay curva), Andrés el conductor nota que el volante se encuentra loco, sin responder al giro, por lo que el Dodge se sale de la carretera, y dando varias vueltas cae al arroyo Solana.
Aquí los recuerdos nunca se desvanecen, siempre les acompañará el accidente, que milagrosamente no terminó en tragedia. Para narrar lo sucedido veamos los testimonios de todos ellos. Testimonios ante el Juez de Cifuentes que llevará el sumario: para leerlo es preciso pinchar sobre las dos páginas adjuntas de los testimonios.
DECLARACIONES DE LOS TESTIGOS ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE GUADALAJARA. J-524
Cuatro años después, el 18 de marzo de 1956, sobre las dos de la tarde, sucede un accidente a otro personaje entrañable y muy conocido en Arbeteta: José Ayllón Palomino, “el tío Pepe” de Sacedón, suministrador durante muchos años de vino y enseres de agricultor a los vecinos de Arbeteta. El hecho sucedió en las proximidades de Villanueva de Alcorón, cuando su camión, también Dodge, en que viajaba, matrícula GU-2021, (del año 1940), le sorprendió una gran tormenta de nieve con mucha ventisca que tapó los parabrisas, y en una curva cerrada se deslizó fuera de la carretera, dando una vuelta completa y causándose desperfectos en el vehículo y derramándose el vino que transportaba, pero milagrosamente no resultó herido ninguno de los tres pasajeros. El camión era conducido por su chófer habitual Faustino Salvador Romo, y viajaban con él José Ayllón, el propietario, y el pasajero Santiago Andrea García. El camión lo tenían asegurado en la Caja de Previsión y Socorro de Guadalajara, por lo que la reparación se pudo efectuar con prontitud, y el tío Pepe pudo seguir suministrando el vino a Arbeteta muchos años, como pueden recordar los mayores.
Con estos relatos queremos que las historias de las gentes de nuestra tierra no queden en el olvido.
Da gusto leer estos relatos ya que los viví en mi infancia y los recuerdo como si el tiempo no hubiera pasado. Muchas veces fui a casa de Valeriano, a llevar paquetes(bultos) para mi abuela Angela Cortes e incluso una vez fuimos en su camión a Arbeteta mi padre y yo, fue un viaje de unas 12 horas, parábamos en todos los pueblos entre Torija y Arbeteta, recuerdo que cenamos en Peralveche, unos huevos fritos con puntilla, en una posada que estaba a la entrada del pueblo a mano derecha.
También recuerdo otras muchos sucedidos de la época, pero el derecho a la privacidad personal predomina sobre las anécdotas.
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