Se acerca el día de los Santos y queremos en nuestro blog homenajear a nuestros difuntos. En este nuevo post las campanas van a tocar a misa de réquiem, vamos a contaros la historia de nuestro viejo camposanto, como lo llamaban nuestros mayores, así como del cementerio actual. Vamos retroceder en el tiempo para ver las costumbres que había siglos atrás para enterrar a los muertos, así como las historias que nos contaban nuestras abuelas de espíritus que volvían del otro mundo, por alguna promesa incumplida en vida. Un momento del año en el que los chic@s se reunían en las cocinas de las casas, siempre por separado ya que la moral de la época no lo permitía, para hacer gachas de miel y contar historias.
Desde la prehistoria el hombre procuró albergar sus restos mortales en un lugar de descanso, alejado de donde habitaba, pero lo suficientemente cercano para no olvidar a sus antepasados y protegerlo de los saqueadores. A los primeros cristianos se les enterraba en catacumbas . En la Edad Media los cristianos ya enterraban a sus muertos dentro de las iglesias, donde reposan los cuerpos en espera de la resurrección. Esta costumbre tenia razones religiosas a la vez que económicas, de esta forma se financiaba las arcas eclesiásticas.
Los vecinos de Arbeteta recibían sepultura en el templo parroquial de San Nicolás de Bari. De este modo el vecino se cristianaba en la pila de bautismo de la iglesia, y también eran sepultados sus restos en su interior, manteniendo así una comunión con los vivos a través de todas las celebraciones litúrgicas. (“Pues aun cuando anduviere en medio de sombra de muerte, no temeré males, porque tú estás conmigo”. Salmo 23,4). Se intentaba enterrar a las familias juntas y se colocaban baldosas identificadoras en el suelo de la iglesia y así poder distinguir a cada familia. Todas las anotaciones que se hacían en la iglesia tanto de ingresos como de gastos se apuntaban en «El Libro de Fabrica» y lo llevaba » El Mayordomo «, cargo que iba rotando anualmente entre los vecinos. En este libro se apuntaban todos los levantamientos de cadáveres, así como los enterramientos.
Las mujeres cuando iban a la iglesia a rezar, llevaban sus reclinatorios , no existían los bancos como los conocemos ahora, y los colocaban al lado o encima de la baldosa de su familia. Todos hemos visto en nuestra casa estos reclinatorios. La gran asignatura era la preparación para la muerte. El alto índice de mortalidad hacía que nuestros antepasados trataran de que la muerte, siempre tan próxima, no les cogiera desprevenidos. Eso lo hemos podido ver en los numerosos testamentos que los vecinos de Arbeteta, generalmente los más pudientes, otorgaban ante los escribanos de pueblos cercanos. Encontramos uno de los pocos testamentos femeninos que hay, el deseo de una vecina de ser enterrada en la sepultura de su hermano y que no pudo cumplirse. «Se enterró al lado de la sepultura que estaba sepultado su señor hermano, por no haber lugar en la sepultura de dicho señor, que es donde mandó enterrarse dicha difunta, respecto de estarse por deshacer el cuerpo de dicho señor».
*Manda del testamento de Julian Carrillo, abuelo de Baltasar Carrillo, hidalgo de Arbeteta. En este documento se menciona como estaban organizadas las sepulturas en el suelo de la iglesia de San Nicolás de Bari en Arbeteta, con números y bandas:
El “toque de difuntos”, también conocido como “Clamor” avisaba del fallecimiento de algún vecino. Era un toque lento, en el que participaban dos campanas distintas y que todavía hoy sobrecoge cuando suena.
Debido a la práctica de estos enterramientos, las iglesias despedían un hedor insoportable de ahí la utilización del incienso. La cal en las paredes evitaban epidemias por eso muchas pinturas murales se han tapado. Después de un tiempo en el que los cuerpos estaban enterrados, se sacaban los huesos y se llevaban al osario. En Arbeteta estaba situado a la derecha de la puerta de acceso a la iglesia dentro de la plaza, edificio que no existe en la actualidad. La gente importante pagaba por ser enterrado en un sitio prominente en la iglesia, tenemos la lápida de Baltasar Carrillo, el hidalgo de Arbeteta, delante del presbiterio.
No fue hasta finales del siglo XVIII con una normativa de Carlos III cuando se construyeron los cementerios como los conocemos ahora. Esta medida resulto novedosa y es contemporánea a las decretadas en otros lugares de Europa. El principal rasgo era la preocupación por dictar “una providencia general que asegure la salud pública” debido a las epidemias acaecidas en varias localidades en España. Pero no fue hasta después de la Guerra de la Independencia cuando se cumplió esta normativa, ya que los vecinos se oponían a enterrar sus muertos lejos de sus antepasados .
*Normativa de Carlos III sobre la obligatoriedad de sacar los muertos de las iglesias y la construcción de los cementerios fuera de los lugares.
Los vecinos de Arbeteta, no construyeron el antiguo cementerio hasta bien entrado el siglo XIX, ya vimos que el diccionario de Pascual Madoz decía en 1845: «Al sur, el cementerio bien ventilado que no perjudica a la salubridad.» Nos vamos aventurar a poner una fecha , creemos que se construyo entre 1815 y 1835 y fueron los vecinos los que eligieron la ubicación actual, seguramente por las proximidades a la Ermita de la Concepción. Esta ermita sabemos que estaba ubicada en la entrada del pueblo, aunque desconocemos el lugar exacto.
*Boletín Legislativo de la Provincia de Guadalajara sobre los enterramientos y el comportamiento de los sepultureros . Año 1833
En el año 1904 reedificaron el muro y fueron también los vecinos, los que se hicieron cargo, como lo pone en el arco de la puerta de entrada (pinchar la foto para verlo). Siendo Alcalde» Francisco Costero» . Año 1904. Reedificado a expensas de los vecinos.
Arco de la puerta de Entrada Cementerio Viejo. 2016
Pero ¿quien era Francisco Costero? Pues era el padre de Manuel Costero el «Tío Estanquero». Dicho Manuel estaba casado con Juliana Martínez Alonso, y fueron padres de Cipriana, Agapita, Aniano, Antonina, Pablillo y Emilio, conocidos de todos nosotros, aunque solo sea de nombre. Todavía se puede visitar el antiguo camposanto aunque ya no se utiliza. Por falta de espacio en los años 80 del siglo XX, se decidió hacer un nuevo cementerio y este caso fue la voluntad de Baltasara López , natural de Arbeteta aunque con domicilio en Trillo, quien cedió los terrenos al Ayuntamiento para su construcción . Era la hermana de María López casada con Pedro Alonso Martinez «el tío Periquillo».
Para terminar este post vamos a contaros una historia que mi abuela Angela Cortés «la tía Chusca» contaba a mis hermanos cuando estaban con ella en Arbeteta , en verano por las vacaciones escolares. Nuestro protagonista es un hermano suyo llamado «Mauricio», siendo mozo, allá por mediados del siglo XIX. La historia comienza la víspera de los Santos Difuntos, como todas las historias que circulaban por el pueblo. Iba Mauricio junto con su padre Gregorio Cortes y un grupo de familiares a los pinos de Villanueva, la familia se dedicaba a la recogida de resina, por eso trabajaban en esos días tan señalados, ya que la gente que se dedicaba a las tareas del campo tenía menos faena. Salieron con la primeras luces del alba del pueblo y cuando llevaban varias horas de camino, observaron como uno de los macho se arrodilló, y sus orejas se encendieron como si de unas velas se tratase. Todos se quedaron muy asustados, pero en seguida su padre reaccionó, ya que era cosa sabida por las historias de aparecidos que circulaban por el pueblo. El Sr. cura también les había advertido, ya que no era el primer caso que había sucedido, de lo que tenía que hacer y decir en estos casos, así que Gregorio Cortés dijo con voz alta y clara: «¿En nombre de Dios os pido que es lo qué queréis?» : una voz sobrenatural les habló : soy el tío Julián y quiero que me digáis 3 misas, hice una promesa que no pude realizar, ya que me sorprendió la muerte antes de poder cumplirla . Volvieron corriendo al pueblo para poder llevar a cabo el encargo que les venía del más allá. ¿Verdad?, ¿cuentos de viejas alrededor de la lumbre ?…………………………..Pero eso lo dejamos a la imaginación y criterio de nuestros lectores.